No hace falta estudiar las cifras en detalle. Basta con dar una vuelta por las calles de cualquier población española para darse cuenta de que pocos sectores han protagonizado una transformación tan profunda y multidisciplinar durante los últimos años como el de la banca. En un breve paseo es posible constatar que casi un tercio de las sucursales han desaparecido y que buena parte de las que sobreviven llevan ahora logos diferentes a los que lucían no hace tanto.
Echando un vistazo a los anuncios de sus escaparates quedará claro que de la guerra del pasivo hemos pasado a la apuesta por los fondos como reclamo de rentabilidad frente a unos depósitos de capa caída. Y si se entra en una de estas oficinas y se solicita un préstamos, la experiencia será ya completa. Verá que la sequía crediticia ha dado paso a un progresivo auge en la concesión de nuevos créditos, especialmente los dirigidos a pymes, aunque, eso sí, lejos de las magnitudes –y las condiciones– previas a la crisis. Incluso es posible optar a lograr una hipoteca, aunque se nos invitará a que sea sobre uno de los pisos que se ha ido adjudicando la entidad.
No contendrá, eso sí, las polémicas cláusulas suelo. Finalmente, si echa un vistazo más detenido a su cartera, reparará en que parte de esta transformación ha sido sufragada de su bolsillo.Pero piénseselo dos veces antes de usar el cajero automático si no está usted ante su entidad.
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