Puede ser que haya quien sigue encontrando atractivo bajar a la sucursal para charlar con el cajero, pero la banca por Internet se abre paso irremisiblemente. Todavía hay que atravesar ciertas barreras socio-culturales, sobre todo las que tienen que ver con el apego físico al dinero (especialmente al nuestro): no es lo mismo que un señor con bigote plante con estrépito y rotundidad un sello, que un ordenador diga 'operación aceptada' (que a veces suena a 'su dinero ya ha volado, ya veremos hacia donde').
Manejar la guita a través de la Red sigue siendo una suerte de acto de fe, pero, cada vez más, se trata de una cuestión de comodidad.
artículo del 2002 en
Baquia